Identificada por primera vez en 1545, la viruela asoló a la humanidad durante siglos, propagándose rápidamente desde la India a través de Europa y hacia el entonces considerado «nuevo mundo». Se estima que causó la muerte de 300 a 500 millones de personas. Y hablamos sólo de las cuentas del siglo XX. Podíamos pensar, entonces, que una demora tan importante como aquella respecto del coronavirus, podría haber acabado con buena parte de la actual humanidad. Sin embargo, no ha sido así. En tiempo récord, ya tenemos varias vacunas contra el Covid-19.
El caso es que, como decíamos, hoy enfrentamos otra amenaza pandémica, que ha contagiado a casi 70 millones de personas en todo el mundo y ha matado a aproximadamente un millón y medio de ellas. Se están desarrollando vacunas, lo sabemos, pero ¿puede la comunidad global unirse y montar un esfuerzo igualmente ambicioso para eliminar el coronavirus como lo hicimos con la viruela? Eso intentaremos responder a continuación.
¿Y cómo se producen las vacunas?
Lo primero que debemos decir es que, por supuesto, durante los últimos años se han desarrollado vacunas variadas. Vacunas contra el ántrax, el cólera, el tétanos, la poliomielitis, la malaria, la rabia y decenas de otras enfermedades.
Las vacunas se producen de diversas formas, aunque generalmente actúan debilitando o inactivando el virus. Indudablemente, cualquier vacuna en desarrollo debe someterse primero a rigurosas pruebas de seguridad antes de que la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos –FDA– la apruebe para su uso.
En un paso inicial, la molécula de tratamiento se modela utilizando algoritmos informáticos para estimar cómo interactuará con el sistema inmunológico humano y luego se prueba en cultivos celulares. La siguiente etapa consiste en probar la vacuna en animales. Si resultara eficaz en animales, la vacuna entra en ensayos de fase I con la participación de voluntarios humanos, algo de lo que hemos tenido constancia en estos últimos meses.
En condiciones normales, diferentes a las actuales, la fase II puede durar hasta dos años e involucrar a varios cientos de pacientes, ayudando a conocer cuáles son los efectos a corto y medio plazo de estas personas.
Una vez que se demuestre que es segura y eficaz en la fase II, la vacuna se administrará a cientos o incluso miles de pacientes como parte de los ensayos de fase III de varios años, que determinan la eficacia de la vacuna en una gran población. Entonces, si todo sale bien, se obtendrá la certificación oficial por parte de la FDA.
La excepción en torno al Covid-19
Como queda claro, obtener la aprobación de la FDA puede tardar años, por lo que distintos gobiernos alrededor del mundo permiten, hace un tiempo, que los fabricantes de medicamentos soliciten una autorización de uso de emergencia. Eso es exactamente lo que estamos viendo ahora, en días de coronavirus.
En un sacrificio por acelerar el proceso de desarrollo de vacunas manteniendo estrictos estándares de pruebas de seguridad, el presidente Trump lanzó la Operation Warp Speed -OWS-. Esta iniciativa tuvo un coste estimado de aproximadamente 10.000 millones de dólares, y cuenta con la colaboración de actores públicos y privados.
Desde el Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos -HHS-, sostienen que «en lugar de eliminar los pasos de los plazos de desarrollo tradicionales, los pasos se llevarán a cabo simultáneamente, como comenzar la fabricación de la vacuna a escala industrial mucho antes de la demostración de la eficacia y seguridad de la vacuna, como sucede normalmente. Esto aumenta el riesgo financiero, pero no el riesgo del producto».
No todos los esfuerzos han dado buenos resultados
En las últimas semanas, AstraZeneca se enfrentó a los reguladores estadounidenses después de, aparentemente, no revelar a la FDA que la compañía había detenido silenciosamente los ensayos en todo el mundo solo dos días antes de solicitar una autorización de emergencia. Menos costosa de producir y más estable en almacenamiento que otras vacunas contra el Covid-19, su avance se ha detenido. Y aún no tiene voluntarios en los Estados Unidos.
Por otro lado, también existen algunas vacunas orientadas a los cinco genes relacionados con casos graves de COVID-19: IFNAR2, TYK2, OAS1, DPP9 y CCR2. Se buscan actualmente grandes grupos de candidatos a someterse a estos tratamientos, en la búsqueda de explicarse la comunidad científica por qué algunas personas contraen coronavirus pero permanecen asintomáticas mientras que otras terminan en la UCI.
Distribución, la próxima guerra
Aún en sentido figurativo, no son pocos los que consideran que se avecinan grandes enfrentamientos internacionales alrededor de la distribución de las vacunas. En cierto modo, desarrollar vacunas eficaces es sólo la mitad del desafío. Asegurar que la vacuna se distribuya de manera equitativa y eficiente es de vital importancia. Y no está asegurado.
En los Estados Unidos, el gobierno federal ya anunció que escalonará las entregas a los estados para que puedan mantener un suministro suficiente. Sobre todo pensando en las segundas dosis.
Además, hay una serie de factores que han obstaculizado los esfuerzos de distribución. Como la escasez de materias primas hasta los reveses en la fabricación y las dificultades para escalar la producción a un nivel suficientemente alto
«Creo que podemos comenzar a ver algún impacto en las personas más susceptibles probablemente en el mes de enero y febrero, pero en base a la población, para que nuestras vidas comiencen a volver a la normalidad, estamos hablando de abril o mayo», manifestó Moncef Slaoui, vocero de la Operation Warp Speed.
Así y todo, falta algo. Contrarrestar la información errónea sobre la vacuna y convencer a un público escéptico de que de hecho es segura plantea aún más problemas a los funcionarios de salud de distintas partes del planeta.
¿Qué más te gustaría saber acerca del desarrollo de las vacunas contra el Covid-19?