A medida que la tecnología va avanzando y desarrollándose, podemos ir observando cómo se van produciendo cambios que, progresivamente, van cambiando la forma que tenemos de operar y relacionarnos. Algunos de esos cambios pueden llegar a afectar a estructuras tan enraizadas y esenciales en el funcionamiento de la sociedad y de los mercados como puede ser el mismísimo dinero. El uso de la moneda como elemento de intercambio de bienes y servicios se remonta a tiempos inmemoriales, pero sus formas, sus sistemas de creación y las bases sobre las que se sustenta su valor han ido cambiando a lo largo de los milenios. A día de hoy nos encontramos inmersos, probablemente, en los albores de un cambio de paradigma con respecto a este elemento de transacción. Un giro que tiene el potencial de dar al traste con muchas de las estructuras y formas de manejo y organización del capital que se han venido perpetuando durante décadas, incluso siglos. ¿Las responsables? Las criptomonedas.
Empecemos por recordar qué son estas monedas virtuales y la importancia que están adquiriendo en los últimos tiempos. Cuando hablamos de criptomonedas hablamos de un activo digital que utiliza un cifrado criptográfico por cuestiones de seguridad. Gracias a él se consiguen garantizar cuestiones como su titularidad, asegurar la integridad de las operaciones y controlar las creaciones de nuevas unidades. Al ser monedas digitales, no tiene un soporte físico, sino que quedan contenidas en carteras digitales.
En cuanto a sus elementos más característicos, decir que son divisas que se diferencian en gran medida de los sistemas monetarios tradicionales. Una de sus características principales tiene que ver con su descentralización: no están reguladas ni sometidas al control de ninguna autoridad o institución, y no se requiere de intermediarios para realizar las transacciones. El sistema encargado de estas tareas es el conocido blockchain (o registro contable compartido).
Como cualquier otro sistema o medio de pago que opere en el entorno digital, las principales amenazas que rodean al mundo de las criptomonedas tienen que ver con la seguridad y la ciberdelincuencia. A medida que el valor de varios de estos activos ha ido aumentando hasta alcanzar valores estratosféricos (el valor de un solo bitcoin supera los 30.000 euros, cuando hace tan solo 7 años, su valor tendía a cero), el riesgo asociado a cualquier crimen o falla relacionada con una cartera de criptomonedas se ha disparado. Al no contar con un soporte físico, es en el entorno informático en el que se decide la suerte de este tipo de moneda. El hecho de que se trate de un activo que no es susceptible de incautación de organismos oficiales, bancos o entidades financieras, que no está sujeto a impuestos ni a seguimiento de ningún tipo, y que no cuenta con costes de transacción aumentan el atractivo del mismo, especialmente entre piratas informáticos, hackers y otras personas con propósitos poco lícitos, haciéndolo más vulnerable a ataques y amenazas.
Como casi cualquier actividad informática, hay que potenciar la seguridad de nuestros dispositivos, de las redes que utilizamos y, por supuesto, de los sitios a los que conectamos.
Cualquier fallo de seguridad en nuestros dispositivos podría permitir a un atacante externo tener acceso al equipo y obtener los datos de nuestras criptodivisas, por ello es importante mantener todos los equipos actualizados y no utilizar software de fuentes inseguras.
A la hora de conectarnos, sobre todo para actividades financieras, es importante hacerlo a través de una conexión segura, preferiblemente a través de un servidor VPN. El crucial, por ello, operar siempre desde sitios y carteras de garantías que cumplan con todos los requisitos de seguridad, que nos aseguremos de operar con nuestras criptomonedas solo en ambientes digitales fiables y a través de conexiones seguras, y que operemos con ellas de manera segura. El futuro de este tipo de activos depende precisamente de estas cuestiones, y de la capacidad de las diferentes criptomonedas de hacer frente a los retos que están por venir. La seguridad, sin duda, es uno de los principales.