- Si bien es imposible controlar completamente cómo conviven nuestros hijos con la tecnología que les rodea, conocer cuáles son los peligros a los que se exponen en cada edad es clave para afrontar este proceso
- Y si bien su independencia es importante, la responsabilidad con la que utilicen estos terminales decidirá, finalmente, cómo es la relación con sus pares, con los demás adultos y, en definitiva, su calidad de vida
A día de hoy, quienes somos padres somos plenamente conscientes de que es imposible mantener a nuestros hijos alejados de los dispositivos y plataformas que lideran los avances tecnológicos. Es que todo, absolutamente todo, está desarrollado para que interactúen con estos aparatos y sistemas operativos y contenidos tan diferentes. Considerando esta realidad, echar un vistazo a la actualidad del consumo responsable de tecnología en los jóvenes permite saber cuáles son los riesgos de esta actividad, y cómo gestionar su acercamiento a ellos.
Es que por la etapa temprana de su existencia que están atravesando, los menores y adolescentes, incluso los adultos jóvenes, son vulnerables a determinadas trampas que, inevitablemente, aparecen con la tecnología. Detectar esas trampas cada vez más presentes es un aspecto clave, casi el fundamental, del reto que supone ir al compás de sus exigencias. Dándoles la libertad que requieren, pero también durmiendo tranquilos cada noche.
La edad exacta puede definir mucho, pero no todo
Si sueles conectarte a redes sociales o algún casino online, seguro ya has visto que en el momento del registro hay varios requisitos que deben cumplirse. Uno de los más relevantes, es el de indicar la edad del usuario. Entonces la edad puede definir mucho, pero sólo en aquellos sitios donde se toman en serio la seguridad.
Lamentablemente, hay otros que son algo más laxos al respecto, y eso da lugar a situaciones muy muy incómodas. Como conclusión, no podemos quedarnos quietos pensando que los requisitos de edad resolverán todo. Aunque ayudan, evidentemente estos requisitos sólo son un paliativo, que de ninguna manera impide su violación.
¿Qué significa las edades para los padres?
Como padre, no es el mismo tratamiento el que puedes darle al contacto de un niño de 12 años con los equipos tecnológicos que lo rodean, que el que merece un adolescente de entre 16 y 18 años. Y por varias cuestiones.
- Menores de 12 años: el acompañamiento debe ser completo, con guía y supervisión en el acceso a las nuevas tecnologías, y sin una exposición prolongada, que como máximo tendría que ser de una hora al día.
- 12 a 16 años: el nivel madurativo del joven le expone a otras circunstancias. Es impensado que pueda mantenerse alejado demasiado tiempo de su móvil y demás. Aún así, un máximo de ocio de dos horas estaría bien.
- 16 a 18 años: en diversos sentidos estamos ante un adulto en potencia, al que le hemos otorgado herramientas suficientes como para que pueda discernir la conveniencia de sus actos, y al que hay que abordar desde otra perspectiva, confiando en él para que enseñe tanto como aportando consejos cuando sea necesario.
¿Qué evitar en el consumo responsable de tecnología en los jóvenes?
Como defenderse de un ataque que desconocemos es imposible, lo mejor será repasar estos inconvenientes a los que nos enfrentamos como padres de niños y adolescentes en lo que respecta a su uso de la tecnología.
Redes sociales
Las redes sociales no son malas de por sí. Pero dan lugar al ciberacoso, a los retos virales y otros escenarios que pueden salirse del control de los padres. Y acerca de los cuales es mejor mantenerse alerta, por si acaso.
Casas de apuestas
Aunque es verdad que muchas casas de apuestas cuentan con apartados específicos para alertar sobre los menores, y hasta en el chat de Betfair podemos hallar mucha información al respecto, siempre se deben cerrar las sesiones abiertas por los adultos, para impedir que un niño o joven crea que es una muy buena idea apostar por él.
Videojuegos online
Los videojuegos online difícilmente sean una exposición como tal, sino que el desafío aquí pasa por el vicio. Así denominamos a esos casos en los que transcurren horas y horas dedicadas a los títulos preferidos, desatendiendo los estudios, el estar con sus padres y hermanos, y otras obligaciones.