- La criptomoneda insignia, Bitcoin, es muy conocida por no ser amiga del medio ambiente y gracias a esto recibe constantemente críticas de varios sectores.
- Sin embargo, existen criptomonedas ecológicas, aunque algunos creen que es un espejismo. La realidad es que todo apunta a un futuro más amigable con el medio ambiente.
Uno de los motivos por los cuales Bitcoin es conocido, es justamente debido a que no es muy amigo del medio ambiente. En un estudio realizado por la Universidad de Cambridge, se calcula que BTC consume aproximadamente 121,36 teravatios-hora (TWh) al año; lo que consume más energía que un país como Argentina, teniendo 46 millones de habitantes. Hasta Facebook, Microsoft, Apple y Google combinados gastan menos energía. Muchos creen que las criptomonedas ecológicas son la solución y otros piensan que es un espejismo ¿Cuál es la realidad?
Los críticos opinan que la utilidad de Bitcoin no justifica la increíble cantidad de energía que consume y que estaríamos mejor con el sistema financiero de toda la vida. Por otro lado, nos encontramos con los defensores de BTC que opinan que la descentralización inherente de la criptomoneda vale el precio en consumo de energía y que la minería es una parte fundamental de este.
¿Es la Prueba de trabajo una prueba de desperdicio?
La enorme cantidad de energía que usa Bitcoin se resume en una cosa: la minería a prueba de trabajo. Las cadenas de bloques son como libros de contabilidad descentralizados que alimentan a la criptomoneda subyacente: la red Bitcoin es una especie de base de datos descentralizada a la que cualquiera puede tener acceso. Los saldos de BTC son solo entradas a esta base de datos.
Para poder escribir datos en la base de datos descentralizada, es fundamental que exista una clase de estructura infalible que gobierne esta función (si no, muchas personas podrían simplemente hacerlo a voluntad. El mecanismo en cuestión se encuentra libre de la interferencia humana. Esto quiere decir que no existe oportunidad para comportamientos oportunistas que sesguen los incentivos. Para poder cumplir con los criterios anteriores, Satoshi Nakamoto fue quien pensó en lo que ahora llamamos prueba de trabajo.
Intentemos verlo de manera simple, la prueba de trabajo hace que los mineros se enfrenten en una especie de competencia matemática en donde el poder de cómputo es fundamental para resolver problemas matemáticos complejos para poder escribir datos en la base de datos.
Esta competencia sucede en cada bloque, lo que quiere decir que para cada bloque que se añade a la cadena de bloques existen un periodo de evaluación en donde el host de la competencia de matemáticas ajusta el nivel de dificultad de las preguntas de la próxima hora. Dependiendo lo bien que se han desempeñado los ordenadores en la partida anterior.
Por ejemplo, el objetivo es 10 minutos, hagamos de cuenta que un ordenador es capaz de resolver una ecuación matemática antes de estos 10 minutos. Entonces la dificultad se modificará para aumentarla en proporción a la velocidad del ordenador que está relacionado con dicha marca.
Entonces, como los propietarios de estos ordenadores son recompensados con BTC al resolver primero el acertijo matemático, los incentiva a obtener ordenadores más poderosos para intentar sacar una mayor cantidad, lo que hace que la red de Bitcoin ajuste más la dificultad. Esto sigue incitando a las personas a conseguir ordenadores más potentes para continuar.
Por lo tanto, esto es el gran problema de raíz de la huella de carbono de Bitcoin. Teóricamente hablando, si las personas dejaran de seguir adquiriendo ordenadores más poderosos para poder ganar esta carrera, se podría reducir al mínimo el consumo. Sin embargo, esto es imposible mientras existan incentivos para que las personas quieran generar más ingresos económicos en el sector.
No es la única criptomoneda que existe
No lo podemos negar, Bitcoin es la criptomoneda más grande por capitalización de mercado. Aunque no es la única que existe. En realidad, existen miles de criptomonedas, cada una con su consenso (la prueba de trabajo sería el mecanismo de consenso de Bitcoin).
Podemos estar todo el día peleando sobre si el mecanismo de consenso de Bitcoin justifica su utilidad. No obstante, no es necesario traer a otras criptomonedas a la pelea, especialmente las que funcionan con un mecanismo de consenso totalmente diferente.
Aquí es donde podemos ver a Ethereum, la segunda criptomoneda más grande por capitalización de mercado. ETH es una cadena de bloques compatible con contratos inteligentes, lo que quiere decir que únicamente se realizan transacciones simples de envío/recepción.
De la misma forma que Bitcoin, el mecanismo de consenso de Ethereum es la prueba de trabajo. Sin embargo, la comunidad de ETH está convencida de que este mecanismo es insostenible en términos de uso de energía y escalabilidad potencial. Se han comprometido a realizar la transición a un entorno más amigable, conocido como prueba de participación.
La diferencia entre ambos mecanismos de consenso es que, en lugar de que los mineros compitan por bloques. La red asigna bloques a los mineros en función de la cantidad de ETH apostados. Mientras más sea la participación de ETH de un minero del total de ETH apostados en la red, el minero tendrá más probabilidades de obtener la posibilidad de escribir el siguiente bloque en la blockchain. Por lo tanto, dejar atrás las “competencias matemáticas” para determinar el consenso, se traduce en que la prueba de participación cambiara radicalmente el uso de energía.
Por el momento, ETH 2.0 todavía se encuentra en proceso, existen varios motivos por los cuales es factible que les lleve bastante tiempo tenerlo listo. Aunque nos podemos encontrar con muchas redes blockchain que son respetuosas con el medio ambiente y funcionan en la actualidad.
¿Las criptomonedas ecológicas son un espejismo?
En este sentido podemos encontrarnos con Fantom, la cual usa un mecanismo de consenso llamado Lachesis PoS, intentando escalar más la red Fantom, superando a ETH2.0. Para lograr esto, no se usa una estructura de datos de cadena de bloques tradicional para el libro mayor descentralizado. En cambio, hacen uso de lo que conocemos como DAG (gráficos acíclicos dirigidos).
También podemos encontrarnos con Solana, una criptomoneda escalable y eficiente en cuanto al consumo de energía. Se trata de una canden de bloques con un increíble rendimiento, lo que se consigue gracias a sus siete innovaciones principales y gracias a su mecanismo de consenso Proof of History PoS patentado.
Incluso existe una red blockchain de carbono negativo. Celo, es la primera red de cadena de bloques móvil con Valora como producto principal, logrando la idea de carbono negativo gracias a la combinación de bloques que ya es energéticamente eficiente acompañado de su Fondo de compensación de carbono. Básicamente, guarda una fracción de las recompensas que está destinado a los validadores de Celo para donarlos a una organización que este comprometida a utilizar esos activos para proyectos de compensación de carbono.
Entonces, ¿Las criptomonedas ecológicas son un espejismo? En realidad, no. Existen diferentes criptomonedas que nos dejan en claro que no se trata de una utopía. Sin embargo, llegar a que todas las redes sean así, bueno, eso sería otra historia.