El dinero digital tienen dos vertientes con concepciones opuestas en la regulación y en su uso. Por una parte, las monedas emitidas por bancos centrales, más comúnmente llamadas CBDC -por sus siglas-, mientras que la otra parte son las monedas estables.
En el caso de las CBDC, estas son la versión digital de la la moneda fiduciaria física, la cual también estará sometida al control del Estado, como por ejemplo incorporando mecanismos de control y programación de las transacciones, estableciendo límites y permitiendo una regulación directa del flujo monetario. En cambio, las monedas estables se desarrollan en entornos que prescinden de la supervisión gubernamental.
El interés por estas soluciones, supuestamente radica en poder efectuar pagos en cualquier momento, ya que en la actualidad es habitual las transacciones online.
CBDC
Las monedas del banco central se diseñan como el siguiente paso en el uso del dinero, partiendo desde el trueque hasta las formas más modernas de las billeteras virtuales. Con ellas, el gobierno puede gestionar las transacciones a través de una infraestructura tecnológica que, en algunos casos, se apoya en sistemas de registro distribuido, aunque la mayoría utiliza métodos centralizados controlados por las autoridades.
En este sistema, la adopción de la CBDC depende en gran medida de la solidez de la infraestructura tecnológica, ya que una vulnerabilidad en la red podría detener el funcionamiento general. La ciberseguridad y la alfabetización digital son determinantes para la incorporación exitosa de esta modalidad en países con conectividad limitada o pocos dispositivos tecnológicos.
Ejemplos se evidencian en China, con su moneda digital (e-CNY) utilizada en el transporte público, y en India, donde la rupia digital (e₹) se ha instaurado para modernizar el proceso de liquidación, pretendiendo una gestión directa del flujo financiero. Asimismo, algunos Estados de Oriente Medio han iniciado proyectos con el Dírham Digital para rápidas operaciones financieras y abarcar poblaciones más amplias.
Monedas estables y su modelo de autonomía
En contraposición a las CBDC se encuentran las monedas estables, desarrolladas por entidades privadas y protocolos descentralizados. Estos activos digitales son diseñados para mantener una paridad (1:1) con las tradicionales divisas, generalmente al dólar, y se utilizan desde el pago de facturas hasta la realización de operaciones en entornos donde la moneda local sufre devaluaciones o altos índices inflacionarios.
Los mecanismos de estas monedas permiten su uso sin la necesidad de depender de intermediarios o cuentas bancarias, lo que las hace accesibles para quienes no tienen un vínculo directo con el sistema financiero. Con respaldo de reservas que pueden ser fiduciarias, criptos o incluso de activos físicos, estas monedas estables se emplean en redes blockchain, ofreciendo una rápida trazabilidad y económica de las transferencias internacionales.
En Argentina, Nigeria o Etiopía, la utilización de estos activos digitales son una salida ante el deterioro de la moneda local, constituyéndose en un medio de intercambio seguro en situaciones de incertidumbre monetaria.
Entonces, resulta evidente que cada uno de estos modelos –los emitidos por bancos estatales y los desarrollados en el entorno cripto– responden a intereses y convenciones distintas acerca de cómo se debe distribuir y gestionar el dinero.
Mientras que Europa intentan rechazar el uso de las monedas estables, viéndose esta intención en las excesivas regulaciones dentro del marco MiCA -probablemente para un mayor control con la CBDC que intentan lanzar-, en Estados Unidos prohíbe la promoción de las CBDC.
Al final, estas alternativas demuestran que el método por el que se administra el dinero digital varía según el grado de autonomía que se decida otorgar a los usuarios, dejando un debate abierto sobre el papel que las instituciones y la comunidad desempeñarán en el porvenir de las finanzas digitales.