Artículo realizado por Pablo López Ramos
La idea de desarrollar software y entregarlo de manera que los usuarios puedan modificarlo, copiarlo o distribuirlo sin cargo alguno es loable, pero en ningún modo útil para una sociedad que depende de la innovación, la mejora continuada de los productos, un mantenimiento fiable y un nivel de calidad que dé la confianza suficiente como para permitir las inversiones millonarias requeridas para poner en marcha las nuevas tecnologías…
O no. ¿Es posible que el software libre desarrolle productos innovadores y de calidad que se mantengan y mejoren a través del tiempo? No sólo es posible, sino que el mundo tal y como lo conocemos hoy no existiría sin él. En contra de lo que el sector de la economía tradicional se empeña en hacernos creer, los avances revolucionarios no suelen proceder de las empresas que trafican con la tecnología, sino que surgen del flujo libre de información, que en el caso de la informática consiste en compartir los formatos, los protocolos y los códigos. La prueba de ello es que todos, aunque muchos no lo sepan, somos usuarios del software libre.
El software libre está rodeado de muchos mitos, la mayoría de ellos impulsados desde el mundo empresarial, que por supuesto no tiene un planteamiento imparcial sobre este tema. Lo paradójico es que aquellos a los que más beneficia económicamente son los mismos que lo atacan: empresas de informática, en particular, y de tecnología, en general, han hecho creer muchas de las afirmaciones del primer párrafo ocultando a los usuarios información que, como mínimo, pondría en duda muchas de esas ideas. Sólo ahora comienzan algunos fabricantes de hardware y/o proveedores de servicios a apoyarlo tras comprobar que es la única opción viable como alternativa a la tendencia monopolista presente en el mercado de la informática. Pero aún así persisten las falsas ideas, entre las cuales destaca que la innovación requiere inversiones millonarias.
El sector privado es el que ha promovido que es el único responsable de la innovación en el campo de la informática, pero con frecuencia ha sido una rémora que se ha desplazado a lomos del software libre -el gran motor de los vertiginosos cambios que han tenido lugar en el último cuarto de siglo- y, en el mejor de los casos, sólo ha servido para popularizar estas innovaciones. En el más importante desarrollo tecnológico de los últimos años, Internet, toda su infraestructura lógica descansa sobre el software libre. En su ausencia, y por extensión en la de los formatos abiertos, no existiría. Y no porque fuera imposible técnicamente, sino porque lo sería comercialmente, por muy extraño que parezca.
Antes de que Internet se popularizase, su uso se había extendido en el mundo académico internacional. La red de redes se había asentado como la única opción de conexión entre instituciones, compitiendo contra algunos gigantes de la informática como DEC e IBM. La razón de su éxito fue basarse en formatos y protocolos abiertos (TCP/IP/SMTP/FTP) y en el software libre (BIND/sendmail/telnet/ftp/…). Dado que ninguna empresa era propietaria de los elementos que conforman su infraestructura, todas, tanto las grandes como las pequeñas, se encontraban en igualdad de condiciones en lo que respectaba al acceso y uso de esta tecnología.
Si bien la red llevaba años creciendo, no es hasta el desarrollo de la web que se implanta ampliamente en la sociedad. ¿Qué empresa fue la responsable? Ninguna, pues la web es el resultado de desarrollos libres en centros de investigación. La historia muestra que la empresa privada no fue capaz de obtener una herramienta para que Internet fuera accesible para todo el mundo. Se ve otra vez como el software libre y no el propietario es la pieza clave en las grandes innovaciones.
Con la creación de los servidores http y los navegadores surgió una nueva economía. De ese software libre tan criticado viven muchas empresas privadas y, aunque parezca difícil creerlo, en muchos casos son las mismas que lo tachan de quimera. Pero, pese a lo absurda que pueda parecer, es una situación lógica. Está claro que, por ejemplo, una empresa cuyo negocio gira en torno al desarrollo de sistemas operativos difícilmente podrá hablar bien de un sistema operativo gratuito y abierto. Aún así, cada día son más los fabricantes de hardware y empresas de servicios añadidos que ven en él un complemento que les permite competir de una forma eficaz en esta, no ya tan nueva, economía. Ejemplo de ello son desarrollos como OpenOffice, Linux, Eclipse y MySql entre otros, software que puede competir perfectamente con productos comerciales. Cualquiera que ha tenido oportunidad de usarlos no necesita ningún otro argumento para aceptar la madurez y fiabilidad que ha alcanzado el software libre.
Resumiendo: el software libre ha demostrado ser un modelo válido para el desarrollo y la innovación; la adopción de sistemas y protocolos abiertos es la base en la que se asienta el más importante desarrollo tecnológico de las últimas décadas, Internet; y muchas de las críticas vertidas contra él parten de actores con unos intereses económicos que no permiten que sean imparciales. Por todo lo hablado se puede concluir que las revoluciones, al menos en informática, surgen de la capacidad de manipulación y combinación que los formatos y códigos abiertos ofrecen a los investigadores. Sólo así es posible llegar a una tecnología cuyo potencial desarrollo no dependa únicamente de las leyes del mercado sino también de la capacidad creativa del ser humano, la verdadera impulsora de la innovación.
Fuente: Caosyciencia
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